domingo, 24 de junio de 2012

Generalizando


Cualquier generalización es tremendamente injusta y en muchos casos es inevitable que conduzca a errores de fondo, malversaciones conceptuales y mixtificaciones varias, cuando no a la más profunda estupidez. Tomar un grupo humano, separarlo del resto y dictar perfiles pseudopsicológicos es quizás la peor de las generalizaciones. Las ciencias sociales, entre ellas la ciencia económica, la mercadotécnia, y como no, la sociología, han incorporado a su rutina de trabajo estadísticas y encuestas sobre el terreno un instrumento para sus estudios y teorizaciones. Pero las encuestas no siempre arrojan toda la verdad sobre el tema abordado; para empezar por que la verdad es un concepto escurridizo, pero sobre todo por que hay un montón de factores que pueden distorsionarla. ¿Qué cree que responderían muchos hombres si le preguntan sobre su capacidad para satisfacer a sus parejas sexuales? ¿Cree que el anonimato les hará más sinceros? Pero lo peor es que al fin y al cabo, una estadística es un cálculo realizado a partir de generalizaciones, la mayoría de las veces extrapolando datos a partir de muestras de población que siempre serán forzosamente pequeñas. No pretendo cargarme de buenas a primeras la ciencia estadística. Los que se dedican a ella ya avisan que sus cálculos, a veces intrincados y extremadamente complicados, solo pueden servir como una estimación. Ellos mismos, merced a sus métodos, son capaces de calcular incluso el porcentaje de posible error de estas valoraciones que realizan. Y algo deben tener de útil, porque es cierto no siempre aciertan en las estimaciones de voto, como todos sabemos, pero aún así nos ayudan a comprobar muchas cosas por que son herramientas de aproximación eficaces. Gracias a las generalizaciones que nos proporcionan, los expertos de márqueting estudian nuestros hábitos y deseos profundos, logran saber a qué edad comienzan los adolescentes a mantener relaciones sexuales , consiguen descubrir por qué una camiseta se vende más si Cristiano Ronaldo la ha llevado antes en una entrevista en la televisión. Los sociólogos interpretan los factores del cambio generacional y los economistas predicen movimientos bursátiles que les hacen ganar miles de millones. El mundo es así. A pesar de todo generalizar funciona y lo hemos seguido manteniendo, por que nos hace el mundo más fácil. Al fin y al cabo la idea parece estupenda: reducir el mundo conocido a unas cuantas ideas y concepciones básicas y manejables, aderezadas con algún que otro prejuicio mal encubierto.

Desde la publicación de aquel inefable volumen “Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus”, cuando se habla de hombres y mujeres se generaliza sin medida, y muchas veces con intereses partidistas. Libros como estos nos quieren hacer creer que las mujeres son más inteligentes, más sensibles, más amables, y más sociables que los hombres, quienes, en cambio, son zafios, groseros, competitivos, agresivos, y suelen tener una menor capacidad verbal. Aquel que haya vivido un divorcio conflictivo con niños de por medio podrá confirmarnos cuánto hay de sociabilidad, amabilidad y sensibilidad enel resentimiento profundo con el que muchas mujeres batallan para conseguir las mejores condiciones, muchas veces abusando y hundiendo a quien en otro momento fue su pareja y en la actualidad es padre de sus hijos. Y si algún premio Nobel de literatura está leyendo estas humildes líneas, seguramente se está riendo de la cacareada “falta de habilidades verbales” tan supuestamente masculinas. Y, qué demonios, ¿qué hay de inteligente en pasarse tres horas en el probador de un centro comercial o saberse cuántas calorías tiene una uva?

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